Buscar este blog

domingo, 24 de febrero de 2008

¿a donde vamos si ya conocemos el camino?

Hace un tiempo leí en un libro una historia que me dejó perplejo. Trataba de un lobo, que estando en el bosque, salía a cazar todas las noches. Era un lobo con cierto grado de soltura en sus movimientos, y se le daba bien acechar, asaltar, y sus colmillos atinaban justo en el blanco, en la yugular. El cervatillo de turno, el venado salvaje, no sufría, la axfisia provocada por el mordisco letal, era rápida, certera, ineludible.

El lobo, protagonista de la historia, vivía su vida, sobrevivía en períodos de carencia, y cuando llegaban los buenos momentos, disfrutaba de ellos como si fueran los últimos.

Cada invierno que le tocaba vivir, aullaba con más fuerza por las noches. Esas noches, esa oscuridad, el lobo disfrutaba de la sensación de libertad, un lobo no se puede domesticar, un lobo, nace para vivir la noche, para sufrir, para cortar el aliento, para sangrar.

Si miras a un lobo a los ojos, podrás ver una inmensidad, podrás atisbar su nobleza, su pasado, y el poco futuro que puede esperar de él. Ya que cuando tú le miras él te está mirando a ti, y en ese infinito instante, ya tiene sus colmillos en tu cuello, y estás deseando no haberlo mirado nunca.

Cuando has perdido a alguien por que un lobo la ha mordido, puedes ver en tu interior, y saborear esa curiosa sensación, donde se entremezclan lo dulce y lo amargo, lo triste y lo alegre, lo tuyo y lo mío. Nadie sabe por qué, pero el lobo de nuestra historia, no es un lobo como los demás, hace tiempo que no aulla, hace tiempo que no muerde, hace tiempo que no es lobo.

y colorín colorado, el lobo se ha ido hacia otro lado. ;)


¿y tú qué opinas?

1 comentario:

Jonathan dijo...

Me parece que el lobo lo hicieron pan y lo consumieron.