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jueves, 25 de febrero de 2010

Copiar y Pegar - Hipocresía y alcohol

Una vez más comparto con vosotros uno de los apuntes realizados por Daniel Martín en el periódico Estrella Digital.

Y cómo siempre digo, ¿y tú qué opinas?

Hace una semana Nacho Uriarte, diputado nacional del PP, fue sorprendido por la policía después de tener un accidente cuando conducía el coche de un amigo mientras celebraba su propia despedida de soltero. Uriarte dio positivo en el control de alcoholemia y es posible que sea imputado por haber cometido un delito contra la seguridad pública. Lo más grave es que el joven valor popular pertenecía a la Comisión de Seguridad Vial del Congreso, sinecura de la que ha tenido que dimitir.

Más por su afiliación partidista que por el cargo que ocupaba, Uriarte está siendo despedazado por la prensa afín al movimiento gubernamental. Desde luego, resulta penoso y lamentable que un representante nacional incurra en hechos tan notorios y reprobables. ¿No podía pagarse un taxi? Lo que no puede sorprendernos es que uno de nuestros políticos pertenezca a una comisión y actúe en contra de los intereses que se supone defiende. Nuestra clase política ocupa cargos para ganar dinero; para nada más. De ahí que en España sean muchas y disparatadas las contradicciones que demuestran la incapacidad y la hipocresía de nuestros mandamases.

Unos ejemplos:

- El Congreso acaba de aprobar una ley del Aborto que permite a las mayores de 16 años interrumpir su embarazo sin comunicárselo siquiera a sus padres. A partir de ahora no podrán comprar cerveza ni tabaco, pero sí abortar.

- Esa ley la ha promovido el Ministerio de Igualdad, no el de Sanidad. ¿Quiere eso decir que también los varones podremos abortar libremente (1) ?

- Ese mismo Congreso aprobó por unanimidad una Ley contra la Violencia de Género que, aparte de darle una patada al idioma, establecía un mayor castigo a los hombres por el mero hecho de serlo, lo que contradice el artículo 14 de la Constitución y es un ataque frontal contra los principios básicos del Derecho Penal.

- Se acaba de crear una comisión para sacarnos de la crisis en la que no está el ministro de Trabajo, cuando el paro es el principal problema social que padecemos y uno de los principales de nuestra economía.

- Los partidos políticos eligen a su antojo a los responsables del poder judicial, lo que convierte a éste en mero títere de los intereses partitárquicos.

- Tenemos unos sindicatos que apenas representan a un escaso porcentaje de los trabajadores -¡menos del 10%!- pero tienen una enorme cantidad de liberados y un poder desmesurado sin ninguna legitimidad democrática.

- Existen innumerables colegios y cámaras de afiliación obligatoria, lo que contradice la letra de la Constitución Española de 1978.

Y los ejemplos se prolongarían hasta la noche de los tiempos, sobre todo si comenzamos a hablar de cada político en concreto.

Aparte de eso, al margen de la gravedad de la imprudencia cometida por Nacho Uriarte, también hay que analizar eso de que conducir borracho, a partir de cierto límite, sea un delito. Que pongan todas las sanciones administrativas que quieran. Pero, ¿hemos de considerar delincuentes a todos los que salen de la celebración de una boda en su propio coche? ¿Puede considerarse delito algo cuando no se provoca ningún daño ni perjuicio? ¿No debería, tan sólo, ser delito la imprudencia temeraria con resultado de daños, lesiones o muerte como ocurría antes de que Belloch asesinase al Código Penal?

Insisto, se ha convertido en delito algo que a la mayoría nos colocaría -en algún momento de nuestras vidas- en el banquillo de los acusados de la jurisdicción penal. Conducir borracho debe ser perseguido administrativamente con toda la fuerza de la ley, nunca penalmente.

De todas maneras, que esté tipificado como delito algo tan inherente a las costumbres españolas más bárbaras encaja a la perfección con la hipocresía y contradicción imperantes. ¡Vivan los hermanos Marx y el espíritu de la partitarquía española!

(1) Hace 31 años, en La vida de Brian, los Monty Pithon bromeaban con un personaje varón que, además de bautizarse como Loretta, quería que se le reconociese el derecho a tener hijos. Cuando le argumentaban que no tenía útero, respondía: "¡No me oprimas!". Una vez más, la ficción más absurda precede a la realidad española.






Enlace Original en el periódico Estrella Digital

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