WWW.MENTESAJENAS.ES
Oscuro, es el camino que tienen que recorrer los individuos con mentes ajenas.
Quisiera que estas mentes, vieran en "Mentes Ajenas", una parada en ese camino,
un alto, donde poder apaciguar la sensación de soledad, la sensación de no poder
compartir con la gente sus ideas, sus temores, sus ideales, por ser tachados de "raros,
locos, o cosas peores". Bienvenidos, una mente ajena os saluda.
Buscar este blog
martes, 30 de noviembre de 2010
Hay Miradas y miradas....
De izquierda a derecha.........
El Canadiense........... típico, un poco descolocado e inocente
El Norteamericano.............. emprendedor, mirada al horizonte, no se distrae por nada.... ni por nadie
El Francés y el Italiano............. Mirando el culooooooo y encima con cara de viciosillos.............
Aquí tenemos otra de las fuentes de las que bebe la sociedad. Lección número 2: Comportamiento masculino en presencia de una mujer.
Desde luego, dos que tal bailan. El francés y el italiano. "Grandes" hombres, presidentes de gobierno, elegidos por el pueblo para gobernarles y representarles. Claro.... Luego nos extrañamos.
¿y tú qué opinas?.
--------------------------------ENGLISH VERSION----------------
From left to right .........
The Canadian ........... characteristic, a bit misplaced and innocent
The American .............. entrepreneur, looking to the horizon, not distracted by anything .... or anyone
The French and Italian ............. Looking culooooooo and faced up viciosillos .............
Here is another source of drinking society. Lesson 2: male behavior in the presence of a woman.
Since then, two such dance. French and Italian. "Great" men, heads of government, elected by the people to govern them and represent them. Sure .... Then we missed.
What do you think?.
Miradas y miradas en el blog de Thornado
Etiquetas:
Blogs,
educacion,
English Versions,
Internacional,
Opiniones,
Politica,
politicos
Dedicado...
Esa complicidad. Esas miradas que sin palabras muestran toda su intensidad. Esos 5 sentidos puestos a disposición de uno sólo. Y toda la mente concentrada en lo que realmente importa, lo único que importa, eso que nos dice que el tiempo, por mucho que pase, por muy rápido que lo deje todo atrás, siempre habrá un segundo, en el que sepa que siempre hemos estado ahí, el uno para el otro......
domingo, 28 de noviembre de 2010
Copiar-Pegar: Fotografíe Auschwitz, caballero...
Menos mal que tenemos algunas personas que nos recuerdan las cosas sin "diplomacias" previas. Gracias Arturo.
Fotografíe Auschwitz, caballero
23/11/2010 (ARTURO PÉREZ REVERTE)
No sé si está usted al corriente. Quizás, en uno de los doscientos puentes vacacionales que los españoles disfrutamos al año «de la crisis nos va a sacar Rita la Cantaora» decida cambiar Canarias, Roma o Punta Cana por Auschwitz. Que igual le suena, aunque no me sorprendería lo contrario. En cualquier caso, estoy seguro de que ese campo de exterminio, avión y hotel incluido por ciento ochenta euros más IVA, se convertiría en destino de turismo masivo en cuanto la mafia de las agencias turísticas decidiera ponerlo de moda con tarifas y ofertas adecuadas. En cualquier caso, si usted se anima, sepa que tras visitar la cámara de gas, las dos toneladas de pelo rapado y las montañas de maletas y zapatos, podrá comprar en la tienda, justo al lado del sitio por donde entraban esos trenes con judíos que salen en las películas, postales de Auschwitz y de Birkenau para mandar a las amistades «Esto es muy fuerte, deberías verlo. Besos. Manolo.», e incluso bonitos carteles para adornar la pared, en plan póster, por el módico precio de diez zlotys polacos, que son tres euros de nada.
Pero sobre todo, si viaja allí, lo genial es que usted y su familia, o su pareja, o quien puñetas le haga compañía, podrán inflarse a sacar fotos: cientos, miles de fotos con la cámara del teléfono móvil. Ésa que ahora todos disparan con la celeridad del relámpago en cualquier circunstancia, clic, clic, clic. Relámase de gusto: fotos de las alambradas, de los barracones, de las ruinas del crematorio número 2, de la escultura que reproduce con realismo «Parece que estén vivos, Encarni, retrátame con ellos, anda» los cuerpos esqueléticos de tres prisioneros. Fotos de otras fotos que los nazis tomaron y que ahora ilustran las paredes del museo con momentos gloriosos en la historia de Alemania y la raza aria. Fotos de latas de veneno, montones de gafas, prótesis, brochas de afeitar. Fotos de aquí te pillo y aquí te mato, usted mismo sonriendo con una mano puesta en la alambrada, o la ineludible instantánea bajo el arco de la entrada con el rótulo «Arbeit macht frei»: El trabajo libera. Fotos, en fin, fáciles de hacer gracias a la tecnología moderna, listas para ser enviadas en el acto a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo. O a su señora madre de usted. Fotos hechas con tanta frivolidad y tanto despego como lo que somos cada vez más. Como lo que seremos ya para siempre. Ayer presencié en Madrid un accidente de automóvil.
Cataclás. Nada importante: un leñazo entre dos coches, con mucho ruido, airbags disparándose y toda la parafernalia. Había cerca unas cincuenta personas; y no exagero en absoluto si digo que al menos treinta sacaron sus teléfonos móviles y se pusieron a fotografiar la escena. No sé para qué deseaban registrar aquello, la verdad. Qué utilidad tendría conservar la imagen de dos coches abollados. Pero el caso es que así lo hicieron, clic, clic, clic, y luego siguieron su camino, la mayor parte sin preocuparse de averiguar si algún conductor necesitaba ayuda. Tenían la foto, y punto. Habían cumplido con la exigencia de un ritual tan fácil y barato como el fin de semana en Cancún. Si alguien hubiera preguntado el motivo, lo habrían mirado con desconcierto y sincera sorpresa. Para qué, entonces, tienes una cámara gratis en el móvil, sería la respuesta. ¿Para no usarla? Y así van por la vida, y así vamos. Sin detenernos siquiera. Sin ver el mundo más que a través de un teléfono móvil o una pantalla de televisión. Luego nos preguntan por lo que fotografiamos y se nos pone cara de escuchar una gilipollez. ¿Pues qué va a ser? El motorista que se ha partido el espinazo, la señora desmayada en la calle, el manifestante que rompe escaparates, la mancha de sangre en la acera.
Lo de menos es averiguar las causas y las consecuencias. La foto capturada con nuestro teléfono móvil, el acto mecánico de tomarla, sustituye a todo lo demás. Así podemos pasar por Auschwitz como los rebaños de borregos que somos, sin detenernos ni hacer preguntas, como pasamos frente al Coliseo de Roma, Las Meninas, la plaza de las Torres Gemelas de Nueva York, el tipo al que acaban de dar un navajazo y se desangra en el suelo, el coche despanzurrado en la carretera con cuatro pares de piernas asomando bajo las mantas. Sin mirar apenas, sin indagar siquiera qué ha pasado allí. Sin importarnos un carajo lo que vemos. Clic, clic, clic. Es gratis y no requiere esfuerzo. Luego seguimos adelante, a lo nuestro. Ya lo analizaremos otro día. Y si no, tampoco pasa nada. ¿Víctimas? ¿Verdugos? ¿Cómplices? Para qué meternos en dibujos. Tener la foto es lo que cuenta. Archivarla estérilmente con el resto del mundo y la vida. Un instante de imagen. Luego, nada. El vacío absoluto. La anestesia del olvido.
Fotografíe Auschwitz, caballero
23/11/2010 (ARTURO PÉREZ REVERTE)
No sé si está usted al corriente. Quizás, en uno de los doscientos puentes vacacionales que los españoles disfrutamos al año «de la crisis nos va a sacar Rita la Cantaora» decida cambiar Canarias, Roma o Punta Cana por Auschwitz. Que igual le suena, aunque no me sorprendería lo contrario. En cualquier caso, estoy seguro de que ese campo de exterminio, avión y hotel incluido por ciento ochenta euros más IVA, se convertiría en destino de turismo masivo en cuanto la mafia de las agencias turísticas decidiera ponerlo de moda con tarifas y ofertas adecuadas. En cualquier caso, si usted se anima, sepa que tras visitar la cámara de gas, las dos toneladas de pelo rapado y las montañas de maletas y zapatos, podrá comprar en la tienda, justo al lado del sitio por donde entraban esos trenes con judíos que salen en las películas, postales de Auschwitz y de Birkenau para mandar a las amistades «Esto es muy fuerte, deberías verlo. Besos. Manolo.», e incluso bonitos carteles para adornar la pared, en plan póster, por el módico precio de diez zlotys polacos, que son tres euros de nada.
Pero sobre todo, si viaja allí, lo genial es que usted y su familia, o su pareja, o quien puñetas le haga compañía, podrán inflarse a sacar fotos: cientos, miles de fotos con la cámara del teléfono móvil. Ésa que ahora todos disparan con la celeridad del relámpago en cualquier circunstancia, clic, clic, clic. Relámase de gusto: fotos de las alambradas, de los barracones, de las ruinas del crematorio número 2, de la escultura que reproduce con realismo «Parece que estén vivos, Encarni, retrátame con ellos, anda» los cuerpos esqueléticos de tres prisioneros. Fotos de otras fotos que los nazis tomaron y que ahora ilustran las paredes del museo con momentos gloriosos en la historia de Alemania y la raza aria. Fotos de latas de veneno, montones de gafas, prótesis, brochas de afeitar. Fotos de aquí te pillo y aquí te mato, usted mismo sonriendo con una mano puesta en la alambrada, o la ineludible instantánea bajo el arco de la entrada con el rótulo «Arbeit macht frei»: El trabajo libera. Fotos, en fin, fáciles de hacer gracias a la tecnología moderna, listas para ser enviadas en el acto a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo. O a su señora madre de usted. Fotos hechas con tanta frivolidad y tanto despego como lo que somos cada vez más. Como lo que seremos ya para siempre. Ayer presencié en Madrid un accidente de automóvil.
Cataclás. Nada importante: un leñazo entre dos coches, con mucho ruido, airbags disparándose y toda la parafernalia. Había cerca unas cincuenta personas; y no exagero en absoluto si digo que al menos treinta sacaron sus teléfonos móviles y se pusieron a fotografiar la escena. No sé para qué deseaban registrar aquello, la verdad. Qué utilidad tendría conservar la imagen de dos coches abollados. Pero el caso es que así lo hicieron, clic, clic, clic, y luego siguieron su camino, la mayor parte sin preocuparse de averiguar si algún conductor necesitaba ayuda. Tenían la foto, y punto. Habían cumplido con la exigencia de un ritual tan fácil y barato como el fin de semana en Cancún. Si alguien hubiera preguntado el motivo, lo habrían mirado con desconcierto y sincera sorpresa. Para qué, entonces, tienes una cámara gratis en el móvil, sería la respuesta. ¿Para no usarla? Y así van por la vida, y así vamos. Sin detenernos siquiera. Sin ver el mundo más que a través de un teléfono móvil o una pantalla de televisión. Luego nos preguntan por lo que fotografiamos y se nos pone cara de escuchar una gilipollez. ¿Pues qué va a ser? El motorista que se ha partido el espinazo, la señora desmayada en la calle, el manifestante que rompe escaparates, la mancha de sangre en la acera.
Lo de menos es averiguar las causas y las consecuencias. La foto capturada con nuestro teléfono móvil, el acto mecánico de tomarla, sustituye a todo lo demás. Así podemos pasar por Auschwitz como los rebaños de borregos que somos, sin detenernos ni hacer preguntas, como pasamos frente al Coliseo de Roma, Las Meninas, la plaza de las Torres Gemelas de Nueva York, el tipo al que acaban de dar un navajazo y se desangra en el suelo, el coche despanzurrado en la carretera con cuatro pares de piernas asomando bajo las mantas. Sin mirar apenas, sin indagar siquiera qué ha pasado allí. Sin importarnos un carajo lo que vemos. Clic, clic, clic. Es gratis y no requiere esfuerzo. Luego seguimos adelante, a lo nuestro. Ya lo analizaremos otro día. Y si no, tampoco pasa nada. ¿Víctimas? ¿Verdugos? ¿Cómplices? Para qué meternos en dibujos. Tener la foto es lo que cuenta. Archivarla estérilmente con el resto del mundo y la vida. Un instante de imagen. Luego, nada. El vacío absoluto. La anestesia del olvido.
Etiquetas:
Actualidad,
Copia-Pega,
gente,
Opiniones,
Perez-Reverte,
Personas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)