Estoy llevando a cabo cambios en mi vida, proyectos, ideas, un futuro lleno de nuevos momentos me aguarda.
Hoy venía de hacer una compra rápida. Ya sabes, estas cosas que te hacen falta y vas sólamente a por ellas. Entre ellas unos plátanos.
Venía con mi aire taciturno, algo habitual en mi, con mis cosas en la cabeza, mis planes, y de repente mi mirada se desvió a la izquierda, una de estas puertas que no suele estar abierta, o que yo, por lo menos, nunca me había dado cuenta de que algo podría haber allí dentro.
La acera está rodeada de casas de todas las alturas, pero esa manzana son especialmente viejas compuestas de bajo, o como máximo una altura. Un antiguo ultramarinos, no tuve tiempo de mirar mucho, ya que dos zancadas y ya te salías del umbral, pero aunque allí no me detuve, mi mente, o un trozo de ella, se ha allí, dominada por aquella escena.
Como decía, antiguo ultramarinos, y pequeño, y a lo sumo 4 cosas, pero mi vista se fijó en dos cosas. Primera la doña que estaba tras el mostrador, una doña ya mayor, bien entrada en sus años, con cara enjuta, llena de arrugas, por decír, no se, 80 años. Segunda unos plátanos que había sobre el mostrador.
Cuánto me ha hecho pensar esa señora y esos plátanos, y cuánto me han hecho sentir mis pensamientos, o ¿habrá sido al contrario?. En muchas ocasiones ya no le doy importancia, porque al final ¿qué importa?.
La doña estaba allí, un sábado por la tarde, cerca de las 7, desconozco que tipo de vida lleva, que ideas tiene, su futuro más cercano, que le preocupa, por qué estaba allí, si la tienda era suya, si no lo era, si tendrá familia, a alguien le importa, tendrá su pensión, alguien ha entrado hoy a comprar algo.
Yo podría haber comprado mis plátanos allí, ¿por qué compro en un gran supermercado?.
Me entró tal sensación de pena, todas mis preguntas sobre su vida, no tenían respuesta, y su imagen no me hacía presuponer nada bueno. Ella, seguramente, tenía ese negocio desde hace mucho tiempo, tal vez más del que yo llevo en esta tierra, y ahora, al final de su camino, no sabía o no quería o sabe dios que, hacer otra cosa.
Tal vez no había hablado con nadie en todo el día, tal vez ya no abrigaba esperanzas, para ella, la clientela ya hace mucho tiempo que se fue, pero ¿qué iba a hacer?, pues seguir abriendo su ultramarinos, malo será que algún vecino de su quinta no siga comprando su mantequilla casera.
Yo, podía haber comprado aquellos plátanos. No es que necesitara más, pero mi vista se quedó fijada en ellos, pude haber entrado, dar marcha atrás, y decirle, me los llevo, pero no lo hice.
Al entrar hubiera saboreado algo más de todo aquella atmósfera, y tal vez hubiera rellenado correctamente los huecos.
Pero no lo hice.
Me hizo recordar a aquel par de mecánicos, que allá por 1987, aun seguian regentando su taller de cambios de aceite. Taller de Franco y ..., no recuerdo ya, pero sus caras no las podré olvidar. Yo pasaba por su vera todos los días, de lunes a viernes de vuelta a casa, del colegio, nunca, en los dos años y pico que mi vida se cruzaba con la suya, nunca vi un coche dentro de ese taller. Supongo que uno de ellos era el tal Franco, tal vez llevaban juntos toda su vida como profesionales, su taller, siempre vacío, ellos con la mirada hacia la calle, me parecía que pedían a gritos, entren, entren, somos buenos, llevamos toda la vida con esto. Lo que no os he contado es que Franco y el otro, andarían de aquella por los 70 o más años, por lo menos esa era su apariencia externa, ancianos ancianos.
¿por qué no entraba nadie?, es que no confiaban ya en ellos, cómo se sentirían, cómo matarían el tiempo, qué significaría para ellos la vida, el levantarse, por qué luchar, para qué mantenerse en pie.
Supongo que se tendrían el uno al otro. Todo aquello ha desaparecido ya, doy por hecho que estarán muertos. Descansen en Paz.
¿y tú qué opinas?