Buscar este blog

domingo, 8 de marzo de 2009

Caparazón


Yo siempre me he visto como una persona fuerte. Una persona capaz de vencer las vicisitudes. ¿Por qué?, pues porque he tirado para adelante pase lo que pase.

He vivido muchas situaciones "dolorosas" y dolorosas. En todas ellas, la tristeza, el miedo, la desazón, me han embargado, pasa un tiempo y miras para atrás y te dices que eres fuerte porque has seguido remando. Parece mentira pero has avanzado varios kilómetros desde la última vez que dijiste "hasta aquí".

Con el tiempo, esa sensación de "hasta aquí", que ya te es familiar, la reconoces. Realmente te suena conocida. Recuerdas como en anteriores ocasiones, creiste que no avanzarías más y revives las mismas y te sonries, porque como "eres fuerte", las pudiste superar. Seguiste remendo.

Hoy, tal vez, ya ayer, seguramente ya hace unos días. Veo que mi fortaleza existe pero hay un miedo tal alredededor que observo que no soy capaz de quitarme.

Hoy he reaccionado basándome el el miedo. Quiriendo demostrar que marco mi ritmo y que mi vida la manejo yo. Pero todo eso no era real. En realidad tengo miedo. Miedo a sufrir, miedo a no poder aguantar que se alejen de mi, miedo a que yo quiera estar con una mujer que tal vez no quiera estar conmigo.

En ese sentido, ya voy conociendo a mi enemigo, pero rápidamente sale y me agarra, porque a eso lo tengo acostumbrado, a que me libre de las situaciones tensas, de las situaciones que pueden provocar dolor.

Viejos mecanismos de defensa, hoy ya inútiles, porque tengo la fuerza para resistir el dolor, pero en cambio ahí están.

Hoy lo he vuelto a hacer. No dije no porque no quisiera, no dije no porque necesitara más tiempo. Todo lo contrario, yo quiero resolverlo desde ya.

Dije No, por estar asustado, por dejar claro que puedo vivir sin las respuestas, porque me las puedo dar yo, porque no necesito nada, y en realidad no es asi. Mi miedo me quería proteger.

Admito, que fiarse de una persona como yo, en un estado como este, es harto difícil, por no decir, que si tú estás mal, uno quiere seguridad.

Pero puedo aprender, quiero aprender, en el fondo necesito aprender a confiar en que si el dolor llega, pues que llegue. Aprender a confiar en ti, en tus ritmos, en que si me vas a hacer daño, no será con intención y a vivirlo.

Como siempre, llego tarde a mi clase "vencer miedos antes de que la cages". Cuesta, cuesta enormemente, porque está tan arraigado, mis sistemas de defensa, forman ya parte de mi psique, que cuesta, primero diferenciarlos, luego verlos cara a cara, y luego decirles, "ya no te necesito", "puedo seguir sin vosotros".

Ahora, como un mal alumno, toca sufrir la penitencia de no haber aprendido la lección.

No quiero vivir con miedo.

Ante todo, por lo menos, voy reconociendo a mi enemigo. La causa de muchas de mis malas sensaciones.

Como alguien me dijo, una cosa es hablar y otra muy diferente hacer.

Parece una tarea fácil, pero puedo asegurar que reconozco que por ahora, aunque puedo presumir de algunas victorias, las derrotas, siguen ahi.

Alquien podrá pensar "palabras palabras palabras", y es cierto. No dejan de ser intenciones, pero me merezco vivir sin miedo. Me lo he ganado. Así lo creo, Lo que salga o como salga, es otro cantar.

¿y tú qué opinas?

un saludo desde áfrica.

No hay comentarios: