Debería estar ya en la cama, pero una vez más,desde hace más de 20 años, la noche aparece ante mi, como un refugio, un lugar seguro, un inacabado cuadro que necesita mi atención.
En cuántas ocasiones, en anteriores momentos, he vivido esta situación. La de dejarme acompañar por Morfeo, pero una vez más, dándole puerta, comentándole en voz baja, que hoy no me voy de fiesta con él. No se rinde fácilmente, sabe que, al final, más por la responsabilidad diaria, del día de mañana, lo acompañaré, hacia dónde él me diga que tengo que acudir.
Hoy, me encuentro aquí, con mis líneas, con una sensación que me invade desde los tiempos del "antiguo coche fantástico", desde la época de barrio sésamo con Espinete, desde, que ver dibujos animados, era lo mejor de la tele, y la ley de los ángeles había desbancado, a mi pesar, la equipo A.
Una sensación dual, con doble fondo, con la mitad hacia un lado y la otra mitad hacia el contrario.
Si miro hacia atrás, no recuerdo admirar a nadie. No me refiero a una admiración momentanea, que sí reconozco y sí recuerdo ha existido, en innumerables ocasiones, hacia múltiples y variadas personas. Personas de todo tipo y condición, ya fuera por un gesto, o por su defensa de sus ideas, o por su forma de abordar las ideas contrarias, tal vez, tambien, por su comportamiento, su entereza, su valentía, su fuerza, su atractivo, incluso por su forma de contar chistes. Por su carisma, por sus múltiples características, todas juntas o por separado.
Ahí es donde radica la volatilidad de esa "admiración", la reconocía, y bueno, digamos que se quedaba ahí. No es que no fuera digno, incluso de ser, digamos "imitado", y no menos, de compartir mi "admiración" por la misma, por la persona o por su apreciada característica, con el susodicho creador o poseedor de la misma.
Tal vez haya un buen motivo, o causa para esta falta de capacidad para retener mucho tiempo en mi interior la "admiración".
Las frases "me siento orgulloso de ti", o "te admiro por esto por aquello", digamos que no han sido escuchadas por mi, nunca, en los momentos de mi vida que se puede decir los básicos, los que te permiten situarte gracias a la visión de los demás en la "línea". Pasaron los días, digamos, que pasaron los años, y en mi aprendizaje de la vida, ese camino que todos recorremos, más bien como podemos y no como quisiéramos, nunca fui acompañado. El recorrido más solitario que conozco, y mira que he hablado con personas, todos tuvieron sus guías, ya fueran la familia, los padres, los primos, o sus amigos, o sus curas, o...,bueno, lo que íbamos. Al no recibir una guía que distribuyera los premios y los castigos por mi conducta, al sólo recibir castigos, y los premios, podemos decir, que "búscate la vida", se creó necesariamente un hueco, algo faltaba, al no tener ese guía, que comentaba antes, ¿qué hice?, ¿qué desarrollé?, pues no voy a presumir, seguramente, hay muchos más, que como en mi caso, se crearon a si mismos; pues lo dicho, al final yo tuve que estar orgulloso de mi mismo, yo tuve que premiar mi conducta, yo tuve que guiarme, y valorarme.
Los mecanismos, no son nuevos, todos los tenemos. Es curioso ver como actúan, como te modelan, como hubieras sido si no te hubieran echo falta. Pero, ahí están. El mecanismo de autovalorarme, también nació del exceso de crítica, de castigo y de negatividad hacia mi persona. Llegado un día, no recuerdo cuál, pero tenía unos 9 años, apareció la cuestión. "o me creo lo que ellos me dicen, o no", y claro, si hoy estoy aquí, y me siento tan capacitado para autojuzgarme, es porque dije que "NO". Pero como en todo momento de decisión, ésta iba a tener un precio, que en días como los de hoy saboreo enormemente.
Mi decisión fue la mejor que pudo haberse tomado en su momento. Un niño de 9 años no daba para más. ¿qué precio tuve que pagar?.
A día de hoy, como comentaba al principio, no poseo esa cualidad de sentir admiración duradera por alguien, pero quiero ser sincero del todo. Me gustaría una figura masculina, un padre, al que admirar, al que comentar mis cosas, al que decirle que me he convertido en un gran hombre, que he seguido mi camino gracias al que él inició antes que yo, que su guía me ha servido para distinguir de que lado estoy. Alguien podría decirme que me refiero a un padre biológico. He de responder que no pienso en mi padre biológico, en estos momentos, no creo que la sangre sea el motor de los enlaces, el catalizador de las emociones. Yo creo que puede haber un "padre" proveniente de otras fuentes. De manera lamentable, y casi seguro puedo atisbar, mi decisión, allá, en 1984, me dejó lastimosamente huérfano de padre.
A partir de ahí, esta dualidad, se ha convertido un bucle infinito. Mi mecanismo me protege de la negatividad externa, tengo mi propia vara medir, "sé quien soy". Mi mecanismo hace innecesario el apoyo externo, la aprobación de los demás, el "guía", el padre. Mi mecanismo me impide admirar a nadie más allá de su propia singularidad, y no más de un momento, porque el proceso de admiración implicaría aceptar que yo estoy por debajo, y mi mecanismo no me deja sentirme por debajo. Mi mecanismo ha creado frases de auto-apoyo, creo que soy el manual más versado de "autoayuda", incluso un libro como "el secreto", parece que alguien se ha basado en mi vida para escribirlo. Mi mecanismo me ha proveido de la autoestima más alta que nadie haya percibido, por más que he mirado, no se la he visto a nadie, ni siquiera a los más "chulos". Mi mecanismo me ha permitido establecer una ley del ego. El ego, aspecto externo, el cómo percibes que te ven los demás, nunca, nunca puede estar por debajo de como el "yo" me percibo a mi mismo. Creo que es el sistema más fiable que existe. Lo mejor de todo, es que el ego sube si se me valora, pero no baja de la altura que autoestima marca, si se me minusvalora.
Mi mecanismo, en cambio, no me protege de la dualidad. Por más que yo me valore, por mucho que yo me diga, por más que las personas, de mi alrededor, compartan conmigo lo "bueno, estupendo y maravilloso" de mi persona, este mecanismo no deja que me lo crea del todo, y para mas inri, sigue existiendo un hueco, que aunque bien tapado está, cuando, como hoy, se hace visible, echo de menos ese apoyo "paterno", ese abrazo, ese reconocimiento, esa felicitación, las ganas de compartir que me enfrento, en este momento de mi vida, a grandes decisiones, a grandes retos, y que él se sintiera orgulloso de como los sobrellevo.
Ay, como decía, por muchos mecanismos que tengamos, al final, la fisiología manda, y hoy, ese hueco ha aparecido. Mañana, lo sentiré más liviano, y en horas, yo no acordaré de él.
...bueno, como ya es hora de acostarse, ya que Morfeo se está poniendo de los nervios, me despido.
¿.....y tú qué opinas?
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