El día de hoy, es de ésos, en los que tienes motivos de sobra para estar cansado. Esa sensación, el cansancio, que todo lo invade y que afecta en sobremanera. Incluso ahora, componiendo estas líneas, no puedo dejar de sentir el peso sobre mis hombros. Como una dura losa, más bien como una gran losa, que tengo que cargar.
Lo malo de hablar de losas, es que puede que en realidad me refiera a otro tipo de carga, otro tipo de responsabilidad.
No sólo de cansancio viven las malas sensaciones. Admito que hoy, no podría distinguir entre el cansancio, la tristeza, el bajón, la apatía, el dolor del espíritu lo inunda todo, y a pesar de eso, no puedo atinar con causas, ni puedo objetivizar motivos.
Aquí, a punto de retirarme, en una hora más prudencial, más lógica en los futuros acontecimientos que me esperan, que me están por llegar, me obliga la prudencia a actuar con cuidado.
Recientemente, han sucedido cuestiones más o menos adversas para la estabilidad mental. No tiene el rango de locura, desde luego, pero si que uno se pregunta para qué someterse a tantas investigaciones externas, si realmente, ya se veía venir que lo que tenía que pasar pasará, no por evitarlo, no por dejarlo correr, aquello va a rehuir tu mirada.
Allí me encontraba yo, percibiéndolo todo, dándome cuenta de cual iba a ser el resultado de todas aquellas palabras, de todas aquellas sensaciones, el camino que debía ser recorrido, había avanzado bajo mis pies.
No quiero rematar las cuestiones iniciadas, sin poder decir, que en realidad, no queda nada aclarado. Ciertamente, es así. Porque cuando las decisiones han de ser tomadas, no hay nada que te permita atisbar que estás en lo cierto. Desde que el racionalismo ha invadido espacios del misticismo, ya no podemos confiar en nuestro instinto, ¿quién iba a creer que podemos detectar ese tipo de cosas?.
Bueno, me retiro.
Un saludo desde África.
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