Tengo una flor en mi jardín. Siempre bonita, ofreciéndome una gama de colores que alegra mi corazón. Agradece cada muestra de cariño, sólo necesita abono, agua, y un poco de luz. Nada exigente con las atenciones, honrada con las peticiones, coherente con su misión. Apela a los sentimientos y la empatía para crecer, para relacionarse con el resto de plantas y arbustos de mi campo.
Ahora, mi flor se quiebra. Bueno, no se quiebra ella, la vida me la quiere quebrar. Los acontecimientos avanzan, y no sigilosamente, sino directos, a la yugular, y estrangulan la confianza, anulan la capacidad de lucha, apagan la esperanza.
Mi flor, protesta poco, casi nada, a pesar de conocer el camino, y como los pasos la precipitan hacia la duda, el dolor, la soledad. Ha visto como anteriores jardineros la han ido dejando de lado, y ahora, ya no sabe el por qué de confiar, de querer y ser querida.
Su olor se mantiene cerca a pesar de la distancia, pero su silencio, en algunas ocasiones, se convierte en espinas que la atraviesan, que le cercenan la fuerza vital, queriendo apagar sus colores, su llamativo halo, lo que la hace especial y diferente.
Mi jardín no sería el mismo si esta flor faltara. Por ello le pido que luche, y que en todo caso vuelva esas espinas en contra de los ladrones de tierra.
Un beso Flor.
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