La primera vez que fui al cine solo sentía vergüenza. Veía a las parejas comprar su entrada, a los grupos de amigos riendo y comprando palomitas, parecía que todo el mundo me miraba.
La verdad es que ya lo tengo superado. Siempre he sido un hombre solitario, pero cuando apagan las luces y hay una escena que me emociona y un escalofrío me recorre o una en la que me parto de risa, tengo la manía de mirar a un lado y una vez tras otra me encuentro el mismo paisaje desolador, un asiento vacío.
Lo cierto es que si no compartes esos momentos parece que no los hayas vivido.
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