Apareces de repente. Como si de una vieja amistad se tratase. Acudes, lo llenas todo, y en cambio yo sólo puedo notar el vacío que me abres hasta lo más hondo. No deja de ser curioso el apego que me trasladas. Realizo malabares para invitarte a que te ausentes. A que si quieres, ya no vuelvas, pero no lo consigo.
A duras penas mantengo mi estabilidad. Rasgas cualquier tela divisoria. No dejas ni que descanse, ni que coma, ni que me disperse sin que tú estés presente, completando todos los huecos, ocupando todo el espacio, mientras yo sólo percibo silencio. No hay lugar para nada más.Pensaba que con el paso del tiempo, tus visitas dejarían de acudir a mí. Cuánta ingeniudad por mi parte.Este vacío siempre ha estado ahí. Tú sólo lo haces más evidente. Te apropias de él, lo haces tuyo y lo disfrazas de compañía.
Qué peor soledad, que triste vacío el de la falsa compañía.
Finjamos que no me he dado cuenta de nada. Creamos que todo pasó, y callaron todos los testigos. Digamos que ojos que no ven corazón que no siente. Dicen que la ignorancia es la felicidad.
Tú te encargas de hacerme sabio. Por mucho que no quiera, ya formas parte de mí y cuando llegas es para ocuparlo todo y que pueda saborear, una vez más, el vacío.
Toca disfrutar de tu compañía, entonces, disfrutemos.
¿Cuánto piensas quedarte esta vez?
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