Aunque ya debería estar durmiendo, prefiero escribir en caliente. Con las sensaciones frescas tras salir del cine hace apenas unos minutos.
Tras la recomendación de Daniel Martín, y una invitación, terminé delante de las pantallas. Curiosamente la escena del tren me pareció que, no sé, como si me esperara más, pero claro, es que al principio, la emisión aparece borrosa, como un recuerdo que se va desvaneciendo, como si nos la contara un abuelo, que digo, un bisabuelo, y el pensamiento, ya aletargado, se mezclara con otras sensaciones, al contarlo, yo creo que nos evocaría una imagen realmente difuminada. El efecto en la película me recordaba a una lluvia cayendo sobre la lente de la cámara que no dejara ver del todo lo que pasaba delante de ella.
La película comienza dubitativa, como el protagonista, como si no supiera por donde comenzar, y ante esta cuestión, se nos revela la típica respuesta, "pues por el principio".
Y así, como quien no quiere la cosa, la trama se escribe a si misma.
Al igual que Daniel, no quiero romper la magia de los que puedan querer ir a verla, pero me gustaría morder la curiosidad. ¿Qué puedo decir?, ¿qué se me ocurre para aunar ambas ideas?.
Primero que me parece que es cine con mayúsculas, aunque aquí no emplee ninguna.
Segundo que el acento argentino, su deje, sus formas enganchan desde el principio.
Tercero, la trama. Un asesinato. ¿Resuelto? ¿Sin resolver?...
Cuarto, su protagonista, ya van dos películas que veo de él y me magnetiza.
Quinto. El amor, el de verdad, el que se ve reflejado en actos, unos inverosímiles y otros tan evidentes y tocables que pasarían por acciones de lo más común, el amor que no se debe dejar pasar.
Sexto, por una frase "...y tendrás 1000 pasados y ningún futuro, no pienses más..."
Séptimo, por el final.
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