Buscar este blog

viernes, 30 de octubre de 2009

Copiar y Pegar - Barbaros




Hace una semana, en la Comunidad de Madrid, diez adolescentes que viajaban en un autobús escolar acorralaron, inmovilizaron y abusaron sexualmente de dos alumnas de su mismo instituto. El conductor del autobús no hizo nada, los chavales que no participaron de la barbarie callaron a represalias y los actores de la agresión sexual fardan ufanos por las calles del municipio madrileño de Loeches. Sólo a partir de este jueves el centro escolar ha comenzado a tomar medidas y el asunto se ha puesto en manos de las autoridades competentes.

Muchos de los medios que, tan tarde como el resto de la sociedad, han abordado el asunto, se han centrado en la figura del conductor del autobús que, ya digo, no hizo nada más que conducir mientras en el vehículo se cometía la tropelía. Cierto es que debe cargar con la culpa que corresponda, que no hizo bien, más bien que dejó de hacer lo que debía.

Los medios, de nuevo, se centran en lo accesorio sin atender a lo realmente preocupante de este nuevo ejemplo de vandalismo juvenil. Como hace un mes en Pozuelo, en lo que algún gracioso bautizó frívolamente como "pijo borroka", un grupo de jóvenes escolarizados se agrupan para cometer un delito por el que, según la actual ley, no tendrán que pagar apenas castigo. Preocupa la capacidad de estos chavales para juntarse y actuar de una manera violenta, indiscriminada, más propia de salvajes que de seres civilizados.

Cualquier persona que esté al tanto de la situación escolar en España sabrá que menudean los casos de acoso escolar, de abusones que maltratan de forma sistemática a otros alumnos más débiles, de excesos alcohólicos y drogadictos de niños de 12 años durante los fines de semana, de ejercicio constante y sistemático de la violencia como argumento a sabiendas de que la ley apenas castiga a los menores, etc. El hecho concreto del autobús, más llamativo y salvaje, enseña que, lejos de remitir el problema, los chavales continúan la escalada y, además, por fin parecen haber aprendido algo: que en grupo pueden conseguir más cosas y que así su responsabilidad se difumina. Es la llamada de la manada que reciben unos seres a los que cuesta considerar como potenciales ciudadanos.

La situación es esta. Con el actual sistema educativo muchos chavales crecen sin un mínimo código ético que refrene sus pasiones y bajo la permisividad de una sociedad y de unos padres que miran a otro lado o que, incluso, intentan justificar los más brutales desmanes. El chaval crece pensando que "todo vale" y que no hay por qué detenerse a pensar que algo no se debe hacer... por lo menos hasta que se cumplan los 18 años. Entonces, con la mayoría de edad penal, hay que actuar siempre a espaldas de cualquier mirada indiscreta.

Platón nos presentó la figura de Antifonte, un sofista que defendía que un hombre podía hacer cualquier cosa siempre y cuando no le pillasen. Quién iba a decir que en nuestro ignorante mundo iba a calar una idea tan antigua y poco conocida. Pero miremos donde miremos, el asunto de la soberanía suprema de lo amoral es constante, ya sea en corruptelas municipales o autonómicas, ya sea en cualquier aspecto de la política, ya sea en casi todas las manifestaciones de una sociedad decrépita.

El asunto se agrava cuando hablamos de la juventud. Primero, porque cualquier joven está en proceso de formación, y si eso es lo que le rodea, eso es lo que sin duda imitará -como cualquier animalito con un mínimo de inteligencia-. Y segundo, porque seguimos discutiendo sobre chorradas pseudopegagógicas mientras nuestro sistema educativo en conjunto hace aguas en casi todas las materias y, sobre todo, en la formación humana, ética y ciudadana de los estudiantes que, insisto, a menudo crecen cercanos a la Naturaleza más implacable, a nuestro lado más inhumano, al salvajismo amoral más exacerbado.

Evidentemente, lo del autobús escolar no es algo que pase todos los días. Pero resulta revelador que cosas semejantes no ocurriesen jamás hace 20 años, hace una década. O que los actos violentos entre estudiantes cada vez abunden más. Y que ahora ya podamos comenzar a hablar de bandas de chavales actúan coordinadamente para llegar más lejos en su camino de barbarie.

Lo de Pozuelo en septiembre, lo de Loeches en octubre, son síntomas de la misma enfermedad social. No hay visos de que vayan a cambiar las cosas. Mientras todo sea permisividad con los chavales ni se recuperen el rigor, el esfuerzo y un mínimo de disciplina en las aulas, tenemos que ser conscientes de que estas cosas seguirán ocurriendo, cada vez de manera más bárbara. Debemos ser conscientes de ello para así sentirnos de la misma manera que el conductor que no hizo nada aunque escuchó gritos de unas adolescentes que estaban sufriendo una agresión sexual en el vehículo que él conducía. Siguiendo con la analogía, todos conducimos este autobús español que ignora el virulento cáncer de violencia desmesurada que afecta a gran parte de la juventud española.






Y como siempre digo, ¿y tú qué opinas?

Enlace Original de Daniel Martín en Estrella Digital

No hay comentarios: