En ciertas situaciones, no lo voy a negar, me encanta el poder sobre las otras personas, el poder de hacerles cambiar de idea, de romper su concentración, de "vencerlos", de cambiar sus ideas, de hacerlos pensar, de conquistarlos, de llamar su atención, de convencerlos, de que me escuchen, de seducirlos....
...y todo eso, cuando me doy cuenta, varias veces al día que no tengo casi poder sobre mi mismo,
ni puedo hacerme cambiar de idea,
ni puedo concentrarme,
ni puedo vencerme
ni puedo pensar en lo que quiero,
ni puedo conquistarme,
ni puedo llamar mi atención sobre lo realmente importante
ni puedo convencerme,
ni puedo escucharme,
ni puedo seducirme.
Terrible descubrimiento esta ironía de la vida. Todos queremos poder sobre los demás, porque hemos de admitir que no tenemos ningún poder sobre nosotros mismos.
Hoy por ejemplo, es una prueba de ello, de ambos. De mi poder sobre otros y mi falta de poder sobre mi mismo.
¿y tú qué opinas?
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