Os dejo lo último de Daniel Martín.
Mientras los políticos continúan centrándose en memeces que no interesan a nadie (1), muchas personas con un mínimo interés ciudadano se preocupan por el lamentable estado de la educación. Las nuevas generaciones, desde la infancia hasta la treintena, se muestran poco o nada preparadas ni cultural ni cívicamente para convivir en un siglo democrático, aunque sea en apariencia. La formación de los chavales no funciona y, aunque a menudo se reduce el problema a la formación del profesorado o al limitado plan de estudios, la cuestión es de mayor complejidad.
A mi entender, las carencias se sustentan sobre tres asuntos esenciales:
1. Sociedad. Vivimos tiempos oscuros en lo social: el clima de amoralidad convierte en obsoletos los viejos vicios inmorales. La realidad nos muestra cada día que “todo vale” en aras del triunfo, el éxito o la popularidad. Los políticos son pésimo ejemplo en casi todo, aún más en lo ético. Los ídolos populares llevan el nombre de la zafia Belén Esteban o la “presunta” Isabel Pantoja. La “timé” social rara vez está causada por el mérito, el trabajo duro, la constancia, la dedicación… Existe la impresión, basada en la realidad más cruda, de que cuanto más implacable se sea y menos principios se tengan más posibilidades habrá de medrar en la escala social. Ese es el espejo donde se ven reflejados los jóvenes. Y a eso se une un consumismo regalado y carente de espíritu.
2. Familia: El modelo familiar ha cambiado enormemente. Con los dos padres trabajando y una mentalidad más egoísta, los progenitores tienen menos tiempo y voluntad para ocuparse de sus hijos, por tanto menos supervisados, apenas controlados, muy poco vinculados por sentimientos filiales. La laxitud moral, la indolencia paternal, las pocas ganas de tener problemas con los niños en esos escasos momentos que comparte la familia, han creado dos situaciones terribles: o el chaval vive montaraz en completa desafección, o se convierte en una especie de tirano que domina a sus padres, en ocasiones poseídos por cierto terror a ofender o perder a sus retoños. Cuando las dos circunstancias se unen el problema alcanza colosales dimensiones.
3. Sistema educativo: Más allá de los planes educativos, paupérrimos, y de la prolongación de la enseñanza media hasta más allá del grado universitario, el gran problema de nuestro edificio formativo es haber eliminado los valores del rigor, el mérito y la excelencia. Pasar de curso, casi siempre, es un mero trámite. Conseguir un diez no es demasiado difícil y con un poco de atención, un mínimo de esfuerzo o algo de picardía uno puede conseguir un título universitario sin necesidad de haber aprendido nada. El sistema promueve la molicie, el conformismo, la escasa o nula inquietud intelectual. De ahí que los mejores de ahora habrían sido mediocres hace 20 años, incapaces de aprobar la reválida de bachillerato de hace medio siglo.
Como se ve, no considero que la formación del profesorado sea un problema. La enorme mayoría de los maestros saben lo que hacen, y lo siguen haciendo –¡Vocación enorme, la del docente!– a pesar de que las condiciones sociales, familiares y legales promuevan este clima de servidumbre indolente, a menudo insolente.
Mientras los políticos continúan mirando a otro lado, el sistema continúa lanzando a la ciudadanía a muchísimos jóvenes de profunda amoralidad, poco o nada interesados en nuestra pésima política pero contradictoriamente esperanzados en que el Estado les dé de todo, a menudo muy cabreados y cercanos a movimientos extremistas, casi siempre ausentes a lo que sucede en su entorno más cercano, poco preparados y siempre dispuestos a medrar aun a costa del otro. Aún no es demasiado tarde para reaccionar, pero queda un largo camino si queremos construir un buen edificio que eduque, forme y construya ciudadanos con la capacidad de serlo y convertirse en modelos de conducta, civismo, humanidad.
(1) ¡Mira qué querer regular los juegos practicados durante los recreos por considerar sexista que sólo las chicas salten a la comba o jueguen al fútbol más chicos que niñas! Medidas como esa sólo demuestran la suciedad en la mirada de sus promotores y defensores.
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