Harta estoy del “a las tías no hay quien os entienda”, cuando nos enrollamos con “chuloputas simpáticos” que, en modo part-time, nos ignoran o nos llevan a la cama. Casi toda mujer consultada (da igual que sea arquitecta de renombre que pornostar en declive) comenta que adora “un puntito canalla” en algún momento… Inconcebible, pero cierto. El dueño de un burdel famosísimo de Madrid, harto de las faenas que le han hecho las “empleadas” durante años, le dijo a mi grabadora con ojos llenos de decepción ante el género humano: <<Eva, a ver, ¿qué se puede esperar de una puta? Pues putadas>>. Y a fortiori, pregunto yo: ¿Y del canalla? Pues… ¡lo mismo! (Les confieso que ando un pelín revuelta, y como no pienso explicar el motivo real, dejémoslo en que no me ha sentado muy bien el desayuno hoy). Esos están bien para un rato -cuando lo están, que los hay que ni para eso-, pero el canalla está programado para darte mala vida y, salvo que una padezca un cuadro severo de masoquismo no resuelto, se alejará de él por puro instinto de supervivencia y casi dará las gracias por que le eche un polvo y haga mutis por el foro para los restos.
Para este tema tan tremendo téngase en cuenta la frase de Campoamor: “No engaña las mujeres ningún hombre, por regla general se engañan ellas solas”. ¿Que qué nos gusta? Pues muy fácil. apunten: La mujer en el hombre, además de la cara de Paul Newman a los 35, 24cm de pene pegado a un cuerpo de un modelo de calzoncillos de Clavin Klein (quien dice CK dice D&G) y resistencia física a prueba de bombas, busca el entusiasmo de un niño y la sensatez de un anciano; imaginación y sabiduría, belleza, fidelidad y lealtad, responsabilidad, salud de hierro –pero que parezca “ciego” y haya desarrollado la inmunidad más absoluta ante los encantos de otras zorras-, empatía, dotes culinarias, dominio de artes marciales, detallista y romántico; culto; inteligente; divertido; sociable; cariñoso; dulce y salvaje, según convenga; pulcro; ordenado; educado; estéril mientras tú no quieres embarazarte; con dinero a espuertas y generosidad a raudales; que le guste ir de compras, y en especial, que disfrute yendo de shoe-shopping; con dominio de varios idiomas, del ikebana y del Kamasutra –pensamos que la sexualidad es una necesidad primaria, y también que el saber no ocupa lugar-…No sé si me olvido algo, ya me escriben con sus propias necesidades.
En definitiva, la mujer, entre otras cosas, suele valorar las relaciones positivas y en las que existe complicidad y donde se instaura una amistad de calidad; busca una pareja en la que pueda confiarse, en la que se siente libre y aceptada y atractiva siendo ella misma; valora que esa unión sea enriquecedora y que a través de la misma pueda experimentar que quien dijo “uno más uno son dos” se equivocaba, porque, sin duda, ella siente que uno más uno es mucho más que dos, sin dejar de ser uno.
Enlace original del post en el blog Sexo con Eva
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