Esas cajas en las que guardas las cosas, a veces, vibran. Es como si te estuvieran invitando a ver lo que contienen. A que revises el estado de lo que allí atesoras.
¿Qué pasa cuándo las tocas?
No siempre, pero hay ocasiones, en las que sólo con mirarlas, sin ni siquiera echar un vistazo, se resquebrajan. ¿Mal sintoma?.
Viajas por un pasado helado, no hay nada salvo frío, un paisaje desnudo, nada se ver en el horizonte, la soledad es tu mejor compañía y los pasos que das se dirigen hacia ninguna parte.
Desde esa vista, vas en busca de aliados. No los encuentras. Sólo hay miradas perdidas. No seas crédulo. Allí no hay nada. Nada para tí, al menos. Todos se ríen. Y te dicen que te largues, que no vuelvas, que tu tiempo hay pasado ya, que lo que persigues no se encuentra en ningún lugar. En el fondo quieres que te dejen en paz. No le debo nada a nadie.
Oyes cánticos. Letras desconocidas en una lengua ya abandonada. Lentamente te dejas hundir en las profundidades. Esa caja en particular llevaba tiempo sonando. Logras acercarte a distancia de seguridad y aún así no puedes protegerte de ella.
La mudanza, el cambio, volver a empezar, con tu cueva a otra parte. Dicen que no puedes hacerlo, o mejor dicho, que no debes hacerlo. Ahora que lo has encontrado llegan los mensajes contradictorios, las ideas interminables que no viajan hacia ningún destino. Bajo la lluvia, con dos infusiones para el camino. Una para mí y otra para decirme a mí mismo "me gusta venir".
Observas las vistas, tanto las que dejaste como las que están por venir. Los sonidos son inconfundibles. Golpean la puerta, todo avanza sin control. Los gritos se almacenan con esa intensidad ininteligible. Amenazas de muerte, libertad absoluta, y por fin, el silencio, mientras el mundo observa... y el contador sigue su curso.... Todo queda destrozado.... nadie se lo puede creer.
Desde el acantilado, el rugir de las bestias, el mar retomando su lucha con la roca, la guerra en definitiva, entre lo duro, uno mismo, y lo constante, la realidad. Y sabemos quién siempre gana.
Ahora, mirando a mi enemigo, mientras el derrumbe es inevitable, vuelves a escuchar esa melodía. La que te acompañó en otros tantos derrumbes.
No puede haber guerra sin derrotas, es la era de las tumbas. Allí nos encontraremos, a lo mejor ya estamos en ese lugar.
Hay que ver lo que dan unas letras de sí...
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