Cuando uno lee algo que suscribe y que ha comentado en su círculo de tantas maneras diferentes, no puede sino reafirmarlo tal cuál.
No es mi sistema preferido, el de copiar y pegar, pero en este caso, sobre todo al no tener tiempo de hablar de mi análisis personal de esta temática, simplemente, prefiero apostar por la opinión de otra persona.
¿y tú qué opinas?
A pesar de llevar casi cuatro décadas en este valle de lágrimas, fútbol y videojuegos, aún tengo una enorme capacidad para la sorpresa. No puedo entender cómo los seres humanos se empeñan en el camino del absurdo cuando hay tantos asuntos urgentes que arreglar.
Pero nada, en plena crisis económica, estructural y de valores, José Luis Rodríguez Zapatero, presidente (?) del Gobierno (?) de España (?), sigue insistiendo en que es necesario arreglar cuanto antes el asunto de la financiación autonómica. El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, nos advierte del peligro que corren las cuentas de la Seguridad Social, quizás el gran avance del Estado del siglo vigésimo, pero aquí la prioridad es estudiar cómo se da más dinero a esos monstruos autonómicos que, rara vez, recuerdan que pertenecen a un ente mayor, más antiguo y más respetable.
Antes de analizar cómo financiar estas 17 autonomías y pico deberíamos dejar claro cuánto cuestan. Quizás no todo el mundo sea consciente de que en España hemos conseguido superar el absurdo administrativo con otro mayor y más dañino: el absurdo autonómico. Analicémoslo:
- Aparte del Gobierno central con todos sus ministerios, secretarías y ramificaciones (esta excepción se dará por supuesta en los siguientes puntos), en España tenemos 17 gobiernos con sus respectivas presidencias, consejerías y ramificaciones. En total, 18 presidentes de gobierno.
- Existen 17 cámaras de representantes autonómicos, a las que habría que añadir las asambleas provinciales y municipales. Me gustaría saber cuál es el porcentaje de diputados respecto del total de la población, y compararlo con el resto de Europa. Por si fuera poco, estos parlamentarios representan a sus partidos y no a sus votantes en cuanto se presentan en listas cerradas y no quedan adscritos a una representación clara.
- Tenemos 17 sistemas educativos. Muchos de ellos inconstitucionales y, unos pocos, antiespañoles. Sin meterme en comunidades más conflictivas, cada vez que voy a la Comunidad Valenciana, de donde son parte de mis orígenes, la veo más metida en la locura del idioma diferencial, al castellano más sometido a la moda regionalista. Esto se traduce en una pésima enseñanza del castellano, ese idiomilla que nos permite comunicarnos con cientos de millones de personas.
- Hay que financiar 17 sistemas sanitarios diferentes, con 17 gerencias distintas y multitud de diferencias entre unos y otros. Quizás por eso muchos vecinos de Guadalajara, Toledo o incluso Extremadura se vienen a Madrid a ver al médico.
- Muchas Comunidades Autónomas tienen su propio canal -a veces más- de televisión que, siguiendo fielmente -aquí sí- el modelo estatal, pierden una cantidad enorme de dinero. ¡Viva la televisión pública deficitaria! ¡Vivan los informativos que sirven de medios propagandísticos a los gobiernos de turno!
- Tenemos 17 sistemas administrativos que mantener -quizás seamos el país del mundo con más funcionarios por mil habitantes- y que entorpecen el devenir vital de los ciudadanos. Además, esta multiplicación de administraciones impide que muchas veces sepamos dónde tenemos que acudir para solucionar un problema real mas inventado por alguna de ellas.
- Dos comunidades autónomas tienen un servicio de policía propio, mucho mejor remunerado que los estatales en clara afrenta comparativa.
- Y pensemos por fin en todas esas gilipolleces que pagan las comunidades autónomas y que hay que multiplicar por 17, como las federaciones deportivas, los entes públicos, los servicios de emergencias, etc. Organismos que invitan a la unidad por mor de una mayor eficacia y amplitud de miras.
Las Comunidades Autónomas son un pozo sin fondo donde se pierde una enormidad de gasto público. Por si fuera poco, lejos de haber acercado la solución de los problemas a los administrados, han complicado el proceso administrativo y, sobre todo, han servido para que existan grandes desigualdades entre unas regiones y otras. Diferencias que se acrecientan con las promulgaciones de los nuevos estatutos con sus arbitrarias y particulares declaraciones de derechos. Si eso es progreso, que baje Gramsci y lo vea.
El sistema autonómico es una más de las causas de que la crisis española sea más profunda que la del resto del mundo. Ahí tenemos, como paradigma ejemplar, el caso andaluz y su tasa escalofriante de desempleo. El asunto, creo yo, debería ser revisado. Urgentemente. Pero, y ahí está mi sorpresa, los que mandan -y los que no- piensan que es mejor reformar su financiación para perpetuar los problemas endémicos de la España autonómica. Así sea.
TEXTO ORIGINAL RECOGIDO DEL PERIÓDICO ESTRELLA DIGITAL
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