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martes, 1 de septiembre de 2009

Copia - Pega (Los intereses creados de la gripe A)



Sobraban temas para nutrir el sensacionalismo y también la consideración de la gravedad de los problemas que nos afectan. Pero el ya histórico, de antemano, año 2009, nos ha obsequiado con la gripe A, un asunto estupefaciente que para muchos sectores de la opinión, la mayoría, parece que relativiza la importancia de todos los demás. De esta manera se va filtrando en el universo de la atención pública la gran adormidera que sirve para eclipsar, en nombre de una realidad que se ofrece o presenta como dramática, mucho de lo que afecta a una diversidad de intereses.

Por ejemplo, el drama de la crisis económica y social tiene que competir con la gran alarma sanitaria, tras la que se adivinan en ciertas alturas semblantes políticos graves o no tan graves. A muchos gobiernos, incluido el nuestro, se le suma un problema más, pero también una oportunidad de proponer a la llamada ciudadanía un inagotable capítulo de otras reflexiones e inquietudes. Cierto que en España, como ya hemos resaltado más de uno, tenemos ocasión de valorar la eficacia del Estado de las Autonomías, que precisamente ahora, cuando más falta hace unificar criterios y coordinar acciones, muestra como realidad política e institucional que la Sanidad, con mayúscula, es una competencia transferida a las comunidades, nada menos que diecisiete, por el Poder central, si es que existe esa centralidad llamada Gobierno, generosamente dispuesto desde hace tiempo a desprenderse de sus facultades exclusivas.

Los virus no saben nada de estos repartos de poder. Ellos van a lo suyo, o sea, a lo nuestro, a lo que nos puede hacer pupa. Los gobernantes en general organizan sus planes preventivos, seguramente con la esperanza, y algunos con la seguridad, de que al final de esta historia van a poder vender un éxito traducible en votos. Es decir, el éxito político se puede medir en menos muertos a través de campañas comparativas. Si se extrema la alarma y luego resulta que los efectos letales son pequeños, preparémonos para recibir la correspondiente lluvia de propaganda televisada.

Los británicos ya han empezado a curarse en morbo, ya que no en salud. Han apelado a la sinceridad informativa. La Gran Bretaña se reconoce como el país europeo más afectado por la pandemia. Nada menos que once millones de vacunables prioritarios. En Estados Unidos, que no es precisamente un Estado de las Autonomías, la estrategia de la vacunación ha quedado bajo la responsabilidad de cada Estado, que no, como en España, de cada comunidad no siempre fiel a las consignas sanitarias generales.

Aquí, entre nosotros, se dice que "el Estado" inmunizará al cuarenta por ciento de la población. Se dice. O dicen algunas fuentes. ¿Jugarán también los intereses, ciertos intereses económicos, en nuestro ámbito? ¿Qué pensar de las grandes firmas farmacéuticas?

La sombra del negocio se proyecta inevitablemente sobre el paisaje del problema. A través de la difusión informática se ha sabido que en materia de antivirales cruza ese paisaje el inquietante fantasma de Donald Rumsfeld, considerado antes de Obama como la mano derecha del presidente de Estados Unidos, o sea, de un tal George W. Bush. El hombre que tanto contribuyó a colgar del cuello a Sadam Husein estuvo al frente de la empresa farmacéutica que inventó el Tamiflu, el famoso antiviral luego vendido a la casa Roche.

En una ironía, o más bien sarcasmo sin precedentes, el New York Times ha aconsejado a la Organización Mundial de la Salud, más conocida por sus siglas OMS, que cada vez que incremente el grado de sus avisos de alerta los acompañe de una advertencia que diga lo siguiente: prestar demasiada atención a esta alerta puede ser perjudicial para su salud.

El caso es que Roche, la multinacional suiza que vela por la salud universal, ha ganado, según se calcula, 937 millones de dólares en sólo el primer semestre de 2009. Y es que el Tamiflu, el antiviral que huele a Rumsfeld, vale su peso en oro. Y a las firmas farmacéuticas fabricantes de las futuras vacunas contra la gripe A, se les augura un beneficio de 4000 millones de dólares.

De todos modos, a cuidarse. Por si acaso.


Texto original de Lorenzo Contreras en Estrella Digital




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