Buscar este blog

viernes, 16 de octubre de 2009

Historias de Perros, historias de abandono


Tras leer la historia del perro abandonado en primera persona, te da una congoja enorme pensar en que tú o tú o el otro, o yo mismo, podríamos ser ese perro.

El abandono, la falta de cuidados, no son sólo acciones que hagamos los seres "humanos" con los animales de "compañía".

(Lo pongo entre comillas, los que aquí leéis sabéis por qué).

Estas acciones, estas sensaciones, las sentimos a diario. Las podemos ver reflejadas en las caras de los demás.

En muchas ocasiones me he sentido abandonado, me he sentido solo, ¿y qué se puede hacer?, por suerte no soy un perro en un mundo de humanos, por suerte no soy ese abuelo que abandonan en una clínica, por suerte no soy ese familiar enfermo al que nadie quiere ver, pero a pesar de todo, la sensación, cuando aparece, lo domina todo, o casi todo.



Qué amargo es el dulce, cuando se acaba.
Qué triste es la canción, cuando ya no suena.
Qué vacío sientes cuando la compañía ya no te acompaña.
Cómo te acostumbras y luego búscate la vida para desacostumbrarte.
Cómo puedo olvidar lo que no quiero olvidar.
Cómo luchar contra lo que desde un principio me he rendido.

Tal vez las personas seamos así. Tal vez nuestra racionalidad, tan recientemente adquirida, no llevará con nosotros ni 200.000 años, todavía no sepa imponerse con criterio a las cosas que realmente terminarán dañándonos.

Las religiones monoteistas hablan de abstinencia como forma de vida, alejada de los estragos que hacen las vivencias en nuestro espíritu, en nuestra tan vanagloriada alma, seamos impolutos, en cuerpo y en...

¿para qué?. ¿Qué clase de vida es la del que no vive?, ¿De qué sirve respirar sólo para sobrevivir?. ¿Qué es el final, si nunca hemos salido de la meta?.

Recuerdo el miedo que me daban correr los 400 metros lisos. Esa sensación que sabía iba a tener en los últimos instantes. El sufrimiento era inevitable. Con miedo salía, y al final llegaba. Ese miedo nunca me dejo correr bien, nunca me permitió alcanzar mis límites físicos, nunca pude saborear la victoria sobre mi mismo. Sólo puedo presumir de acabar las carreras, pero ¿a qué precio?.

Señores, señoras, gente, he de volcarme sobre mis libros. Aquí les dejo una moraleja, no me pregunte cuál, doy por hecho que a cada uno le tocará lo que a cada uno le corresponde.

un saludo desde áfrica.

No hay comentarios: