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miércoles, 2 de febrero de 2011

Copiar-Pegar: Daniel Martín. De la alarma estadística a la preocupante realidad.

Una vez más os dejo una reflexión de Daniel Martín.





De nuevo es noticia el sistema educativo español. Más del 30% de sus escolares no continúa los estudios tras terminar la Secundaria Obligatoria, una de las peores cifras del mundo industrializado. Sin embargo, España supera la media de la OCDE en cuanto a titulados superiores se refiere. En cualquier caso, eso se traduce en unas cifras abrumadoras de desempleo entre los menores de 30 años. Estudien o no, hay pocas posibilidades de conseguir trabajo.


Sin embargo, muchos jóvenes, médicos e ingenieros sobre todo, están emigrando a países más civilizados para trabajar según su cualificación. España también anda a la cabeza de los países con más personas ocupando empleos para los que, académicamente, están sobradamente preparados. Con tanto universitario, con tanto pasota del estudio, ninguna estadística debe asombrarnos. Sin embargo, en España hacen falta fontaneros, electricistas, obreros manuales cualificados de cualquier tipo, y uno vuelve a echar en falta programas de buena y profunda Formación Profesional, la salida lógica para la gran mayoría de ese 30% largo de chavales que deciden no continuar sus estudios.



Todas estas cifras, a mi entender, no constituyen el principal problema de nuestro sistema educativo, tan potenciado por nuestra indolente sociedad y las concesivas y permisivas familias. Evidentemente, el fracaso escolar y el paro juvenil son asuntos trágicamente preocupantes. Pero seguramente sean consecuencia de la principal lacra del sistema: su ínfima calidad.


Desde que se instauró la LOGSE, el sistema escolar español se ha derrumbado. He escrito en numerosas ocasiones sobre sus principales carencias. Básicamente, desde la educación infantil y primaria hasta la universitaria, lo que prima es el regalo y la dejadez, la absoluta inexistencia del rigor y del mérito, el desprecio por la excelencia, la búsqueda de la igualdad por abajo. Así, el chaval va pasando de curso sin mayor esfuerzo, sin aprender demasiado, siguiendo un currículo apenas exigente y que sólo obtiene alumnos excelentes según sean los esfuerzos de sus respectivas familias.


Nuestro sistema puede crear dos casos antagónicos: por un lado, existen titulados universitarios con problemas a la hora de escribir, leer, sumar, dividir, situar el río Jalón o a Alfonso X; por otro, se encuentra el chaval que, después de haber ido pasando de curso a trompicones –a veces porque no hay más legal remedio que su automática promoción al curso siguiente– tiene unas enormes carencias de aprendizaje, ninguna capacidad de trabajo y una base pésima sobre la que construir ningún conocimiento. Se le ha obligado, gracias a la permisividad, a la falta de rigor, a fracasar en el camino hacia su formación.


Junto a estos extremos, se encuentra el revuelto mar de fondo. La escasa exigencia, el paupérrimo programa y la psicopedagogía que tiraniza el sistema, con la inestimable ayuda del clima social de molicie y dejadez, están “fabricando” una sociedad de jóvenes amorales que desean el éxito inmediato, amantes de sus derechos e ignorantes de sus obligaciones, más preocupados por un vacuo hedonismo que por una sentida humanidad, más conscientes de los problemas del lagarto gigante de Glubbdubdrib que de los del vecino, incapaces para la empatía y, desde luego, poco o nada aptos para el ejercicio de la ciudadanía responsable.



Así, es lógico que saquemos tan malas notas en los informes PISA, que ganemos en todas las estadísticas que hablan del mal educativo, que nuestro paro juvenil sea aún más escandaloso que el general. La Unión Europea, ahora, se plantea combatir el fracaso escolar. Para ello, entre otras cosas, han propuesto eliminar la posibilidad de repetición en Primaria. Una medida así, en España, sería la culminación de un largo proceso de depauperación de un edificio que, siempre sin cimientos, está en ruinas. Sin rigor, sin la supremacía del valor del esfuerzo, sin la presencia soberana y constante del mérito y la excelencia no hay nada que hacer, ni por arriba ni por abajo.









Enlace original del texto. De la alarma estadística a la preocupante realidad.



Periódico digital La república

y como siempre digo, ¿y tú qué opinas?.

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