Actualmente las bombillas están programadas para que funcionen una media de dos horas al día y pasados los 365 días, caput. A la tienda a por otra. Esto es la obsolescencia programada. Acortar intencionadamente la vida útil de un producto con la intención de generar más consumo. Una bombilla normal se funde tras 800 horas de funcionamiento. Las de Benito Muros, no. Duran 20.000 horas. Una razón suficiente para recibir amenazas.
Benito Muros es un empresario afincado en Barcelona que a través de su empresa OEP Electrics busca fabricar productos sin obsolescencia programada y a la vez lucha por un cambio en la economía que no se base en el consumo irracional de productos. Muros comercializa una bombilla que tiene una duración de 20.000 horas. "La idea me la dio un viaje de turismo a Estados Unidos en el que visité California, donde se encuentra una bombilla que lleva encendida 111 años. Entonces comencé a investigar y me di cuenta de que las marcas programan el fin de la vida útil de los productos". Se refiere al parque de bomberos de Livermore donde la bombilla más vieja del mundo se ha convertido en todo un reclamo turístico.


Muros comercializa una bombilla que tiene una duración de 20.000 horas
A partir de entonces, este empresario inició su batalla personal para "dar a conocer qué es la obsolescencia programada, cómo nos afecta, cómo afecta al modelo económico y qué alternativas hay". Considera que no es ético que se fabriquen cosas para que no duren e intenta convencer a la población y a los propios empresarios de que hay otra fórmula para fabricar que no agota las materias primas y no contamina. Una tarea que se traduce en amenazas por la comercialización de su "bombilla eterna".
"Empezaron haciéndome ofertas económicas, luego pasaron a las amenazas y ahora usan la táctica del descrédito", confiesa Muros. El director de OEP Electrics relata cómo ha sufrido hasta tres amenazas y la última la puso en manos de la Policía. "Llamaron a mi casa y me dejaron un mensaje en el contestador que decía que si ponía en el mercado esta línea de iluminación, mi familia y yo seríamos aniquilados", cuenta Muros.
El empresario destaca que gracias al apoyo de los medios que lo hicieron público las amenazas cesaron: "Ahora se han convertido en ataques a través de las redes sociales. Gente relacionada con la venta de bombillas está utilizando el descrédito contra mí".
No tiene miedo, no da un paso atrás. Muros insiste en la alternativa de otro modelo económico sostenible y sin obsolescencia. "Las empresas trasladarían sus fábricas a Europa y las sacarían de países que no respetan los Derechos Humanos, se crearía por tanto empleo y trabajaríamos menos horas ya que no sería necesario fabricar tanto, tampoco habría necesidad de tanto dinero porque no se estropearían las cosas y serían reparables. Tendríamos pleno empleo", explica el empresario a ESTRELLA DIGITAL.
En el extremo se sitúan los partidarios de marcar una vida útil a los productos, a pesar de que ningún empresario reconoce la existencia de la obsolescencia programada. Los defensores del consumismo aseguran que es necesario que los productos vayan quedándose obsoletos para poder seguir fabricando, ya que el consumo es el motor de la economía.
El profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU, José Villacís, marca otro tipo de obsolescencia, la que irremediablemente surge con el avance. "Hay un tipo de obsolescencia provocada por el propio avance tecnológico, las empresas programan la salida de nuevos productos que superan y dejan obsoletos a los que ya tienen en el mercado".
El profesor Villacís revela que es a las propias empresas "a las que no les interesan que sus productos duren". "Programan su destrucción a través de la fabricación de nuevos ordenadores, teléfonos o televisores". Es como matar a su propio Frankenstein.
¿Sin obsolescencia no hay desarrollo económico?
La pregunta plantea otro eterno debate. ¿Qué modelo económico es mejor para la sociedad? 
El consumo radicalizado por esta obsolescencia genera residuos que contaminan el medio ambiente, empobrecen al 92% población, ya que el 8% restante controla la producción y la economía, y agota las materias primas que son finitas.
Sin embargo, José Villacís recuerda que "la explosión de población en países como China o la India también afecta a las materias primas y la desaparición de algunas".


Villacís destaca una máxima  que rechina entre los defensores del medio ambiente: "Hay que destruir para construir y eso lo da la innovación tecnológica".
Por su parte, el empresario Benito Muros recala en la necesidad de "reevaluar la situación actual, sustituir los valores individuales y consumistas por un nuevo modelo global y respetuoso. Aunque es difícil, ya que los dirigentes políticos apoyan a las multinacionales que practican la obsolescencia programada".
Crack del 29, inicio de la obsolescencia programada
La mayoría de la población no sabe lo que significa el término "obsolescencia programada" pero casi todos los habitantes sufren a diario sus consecuencias.
El concepto nació en el año 1929, con el crack de Wall Street. El consumo se frenó en seco y para reactivar la economía se propuso la obsolescencia programada, todo se fabricaría con fecha de caducidad y así se reactivaría la economía. No se llegó a poner en práctica, pero un concepto similar apareció en los años 50. Se proponía seducir a los ciudadanos con diseños innovadores y avances tecnológicos para que consumieran sin una necesidad real. El documental 'Comprar, tirar, comprar' dirigido por Cosima Dannoritzer narra cómo se impuso en las fábricas la idea de programar la vida útil de los aparatos. Se pedía a los ingenieros que fabricaran los productos para que fallaran tras un número de usos. Esto produjo que inventos, como las medias de nylon indestructibles, desaparecieran para dejar lugar a las medias que se consumen actualmente y que se rompen con facilidad para así, continuar con su fabricación.
Las medias de nylon indestructibles desaparecieron para dejar lugar a las que se rompen con facilidad
Mientras EEUU se iniciaba en esta forma de producción, los países comunistas representaban la otra cara de la moneda. Alemania del este y la URSS seguían fabricando sin fecha de caducidad. Sus habitantes disfrutaban de neveras que hoy por hoy siguen funcionando y coches que no se averían. Tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, el consumismo acelerado entró en estos países y se dejaron de fabricar las neveras que duraban 25 años.




La compañía Apple, el gigante de la tecnología, aparece reflejada en el documental como fiel ejemplo de la obsolescencia programada. La empresa fue demandada por cientos de usuarios en una denuncia conjunta por programar la vida de los iPod. Los consumidores se percataron de que la batería del aparato cada vez duraba menos hasta que era imprescindible cambiarla. Como en todos los productos de la marca, el fin de la batería, al no poderse cambiar, significa el fin del gadjet. El litigio se resolvió pactando. Apple "pagó" el silencio de los demandantes a cambio del compromiso de alargar la vida de sus aparatos.