Podría decir muchas cosas sobre lo que una conversación produce. Podría hablar sobre la difícil que era colgar, sobre la facilidad para que la comunicación fluyera sin necesidad de recurrir a tópicos. Lo más curioso de todo es que amena, relajada, divertida, interesante, son palabras que se me vienen a la mente rememorando aquellos instantes.
Me pidieron darle forma a todo eso, me sugirieron que plasmara una reflexión sobre cada uno de los momentos.
Ahí va.
Quise tentar a la suerte proponiendo un intercambio.
Pude intuir que la oferta podría acallar alguna de tus dudas.
Que curioso fue notar una voz dura, unas formas ásperas, un tono que no bajaba la guardia.
Tan pronto como noté todo eso, inconscientemente, me defendí, alteré mi tono, mi espíritu no estaba tranquilo, parecía un comienzo con mucha fuerza, pero, ¿podría explotar todo y no quedar nada?
Pospuse, por imperativo del momento, la posible batalla dialéctica. Reclamé que contactaras conmigo de nuevo. Otra hora, otra situación, otra posiblidad.
Allí apareciste, guerrera, como te recordaba, pero era muy curioso notar, que parecía más bien, una treta, una coraza para unir un momento con otro.
Al poco, al casi nada, casi sin darnos cuenta, fluíamos sin necesidad de todas esas capas que provoca el desconocimiento.
Te sentías extraña, te seducía la situación, tal vez era yo quien te provocaba lo bueno, y tu pasado quien te traía lo malo, la mezcla poco a poco se iba diluyendo, y cada vez, cuánto más tiempo pasaba, mi compenente iba desplazando tu pasado.
Me atrapaste con tu nuevo tono de voz. Una sensación de melodía embaucadora, un canto de sirena y yo, capitán de mi bajel, no dudaba en naufragar en tus dominios. A pesar de todo, mantuve la compostura, tal vez no te percataste en ningún momento, tal vez tus propias sensaciones, más la hora intempestiva, no te dejaban llegar a como me sentía realmente yo.
¿Cómo estaba yo?.
A gusto, tranquilo, en mi terreno, cerca de ti, de tus historias, de tu pasado más cercano, de tu risa ante mi humor negro, ante mis ocurrencias.
Conecté contigo desde el momento en que me mostraste tu frustración por tu soledad, por esa tristeza e impotencia que te embargan cuando buscas un ser que empatice con tu mundo, con tus debilidades, con tu "por qué" y no lo encuentras.
Conecté porque yo tambien me siento igual.
El resto fue tremendamente sencillo, divertido, esperanzador, curioso. Lástima esa lejanía, pero como decía mi madre, lo que no está para uno, no está para uno.
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